Garantizar la integridad de los equipos médicos es un pilar para salvaguardar la vida misma. Su labor, de naturaleza humanitaria y universal, debe ser amparada y respetada en cualquier circunstancia y lugar
POR Dra. Tatiana Flórez Aranda
y Dr. José Luis Kramis Cerezo
La labor médica es clave para garantizar un derecho fundamental: la protección de la salud. Sin embargo, este ejercicio enfrenta desafíos crecientes que van más allá de la complejidad de las enfermedades: la violencia, la inseguridad y la impunidad. Este problema no es reciente; forma parte de una preocupante tendencia global.
Los profesionales de la salud nos enfrentamos a situaciones de riesgo que, en ocasiones, impiden brindar atención oportuna. Como resultado, muchos pacientes no reciben el cuidado que necesitan y, en algunos casos, pierden la vida.
Las agresiones a los servicios de salud en situaciones de crisis ponen en riesgo principios esenciales de los derechos humanos
Lo que vemos en las noticias… y lo que no
Los ataques a la atención sanitaria en conflictos armados violan principios fundamentales de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario (DIH). Estos actos, que incluyen violencia física, amenazas, intimidación y bloqueo de servicios esenciales, son una faceta frecuente, pero poco denunciada, de los conflictos contemporáneos.
Las instalaciones sanitarias —hospitales, clínicas, consultorios y ambulancias— han sido bombardeadas, saqueadas, incendiadas u ocupadas. El personal y los pacientes han sido agredidos, detenidos o utilizados como rehenes. Cada agresión destruye mucho más que un edificio: rompe la confianza, debilita el tejido social y retrasa la recuperación de comunidades enteras.
Nadie debería temer buscar atención ni ser castigado por brindarla
Proteger a quienes curan es preservar la esencia humana
Hemos tenido el privilegio de ejercer la medicina donde el dolor convive con la esperanza. En cada conflicto, desastre o brote epidémico, el personal de salud permanece. Entramos donde muchos se retiran, sostenemos la mano del herido, consolamos a la madre y atendemos al anciano. Pero también quedamos expuestos, vulnerables y, con frecuencia, somos olvidados.
Respetar al personal sanitario es respetar la salud de los pueblos. No es una consigna, es una verdad que debería guiar toda acción humana. Los Convenios de Ginebra lo establecen con claridad: “la misión médica debe ser protegida”. Más allá de las normas, subyace un principio ético esencial: cuidar a quienes cuidan es preservar la dignidad de todos.
El acceso a la salud es inviolable. Nadie debería temer buscar atención ni ser castigado por brindarla. En contextos de guerra o tensión social, impedir el trabajo médico equivale a atentar contra la vida. Cada paciente tiene derecho a ser atendido sin discriminación, y cada profesional a ejercer sin amenazas. Atacar un hospital o intimidar a un médico no solo es ilegal, es moralmente inadmisible.
Neutralidad médica: Elegir la vida
El personal de salud debe ser respetado en todo momento. No es un privilegio, es una necesidad social básica. Hemos visto colegas perseguidos por cumplir su deber o señalados por atender a quien “no debían”. La neutralidad médica no es política, es ética. No curamos ideologías, curamos personas. Nuestra tarea es aliviar el sufrimiento sin distinción, con compasión y respeto.
Esa neutralidad solo tiene valor si los demás la reconocen. Cuando un médico o enfermera se convierte en blanco, la humanidad entera sufre una herida moral.
Acciones urgentes y corresponsabilidad
Más que discursos, se necesitan acciones concretas. Los Estados deben garantizar mecanismos de protección eficaces, aplicar el DIH y generar entornos seguros. Las instituciones deben ofrecer acompañamiento, capacitación en manejo de crisis y canales de denuncia.
Pero también nosotros, los médicos, debemos ejercer la solidaridad activa: cuidarnos entre colegas, reconocer riesgos, documentar agresiones y alzar la voz cuando sea necesario. La unión del gremio fortalece la resiliencia y protege el derecho a la salud de las comunidades. Ningún profesional debería sentirse solo al cumplir su vocación.
Cuidar a quienes cuidan
La salud es más que ausencia de enfermedad: es el hilo que nos mantiene unidos incluso en el conflicto. Cada vez que un trabajador sanitario salva una vida en condiciones adversas, la humanidad se reafirma.
Cuidar a quienes cuidan no es solo un deber jurídico, es un acto de gratitud y de justicia histórica. Solo así podremos seguir diciendo, con humildad y verdad, que seguimos siendo humanos.
DRA. TATIANA FLÓREZ ARANDA Médica epidemióloga, experta en salud en contextos de conflicto armado y violencia, Magister en el manejo diferencial del VIH.
DR. JOSÉ LUIS KRAMIS CEREZO Médico, profesor del Diplomado Internacional en Salud Pública y Asistencia Sanitaria en casos de Desastres del Instituto Nacional de Salud Pública, voluntario de la Cruz Roja.
Referencias
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