Aprender a catar vino en un restaurante no tiene por qué ser incómodo ni exclusivo de expertos. Esta guía práctica y sensorial te muestra el camino para resolver, con confianza y seguridad, el momento del descorche. Nunca más sentirás vergüenza frente a tus acompañantes ni dejarás que la duda arruine una comida especial
POR José Luis Umaña Saldaña
Hay un momento que, aunque dura menos de medio minuto, puede sentirse eterno: estás en un restaurante, has elegido una botella de vino, el mesero llega, la descorcha, sirve un poco en tu copa y… se queda en silencio. Te mira. Te entrega la responsabilidad de aprobar el vino frente a todos los ojos en la mesa. Son 23 segundos de tensión en los que el tiempo parece suspenderse y uno se pregunta: ¿cómo se supone que debo saber si el vino está bien?
Este ritual tiene una función muy clara: comprobar que el vino esté en condiciones óptimas antes de servirlo a todos los comensales. No se trata de decidir si te gusta o no, sino de verificar que no tenga defectos. Para ello, es necesario conocer las bases de una cata de vino.
La cata: Vista, olfato y gusto
Catar un vino no es lo mismo que beberlo. Es una experiencia sensorial estructurada en tres fases: visual, olfativa y gustativa. Cada una aporta información valiosa sobre el estado, la calidad y la personalidad del vino. Lo interesante es que no necesitas ser un experto para ponerlas en práctica, basta con estar presente, abrir los sentidos y dejarte guiar.
Fase visual: Los primeros indicios
La cata comienza con la vista. Inclina ligeramente la copa sobre un fondo blanco y observa el color del vino. Este detalle puede revelar su edad, tipo de uva e incluso si ha tenido contacto con madera.
En los vinos blancos, los tonos pueden ir desde un amarillo pálido casi transparente (jóvenes) hasta dorados intensos (mayor edad o incluso crianza en barrica). En los tintos, un púrpura brillante sugiere juventud, mientras que un rojo indica evolución. ¿Y si el vino se ve turbio? Podría tratarse de un defecto, aunque algunos estilos naturales o vinos sin filtrar —generalmente lo indican en la etiqueta— asumen esa apariencia con orgullo. El punto aquí es buscar coherencia y limpieza visual.
Fase olfativa: La nariz es lo más importante
Luego viene la nariz, quizás la fase más compleja y también la más fascinante. Gira la copa suavemente para liberar los aromas y acércala con curiosidad. ¿Qué percibes? ¿Frutas? ¿Flores? ¿Especias? ¿Madera?
El primer objetivo es descartar defectos. Un vino dañado puede oler a cartón mojado (corcho contaminado), a humedad de sótano, barniz o vinagre. Si identificas alguno de estos aromas persistentes, hay un problema.
Pero si el vino está bien, comienza el juego: identificar su perfil aromático. Los vinos jóvenes suelen mostrar aromas de fruta fresca, flores o hierbas; los criados en barrica, notas de vainilla, tostados, café o madera.
Fase gustativa: El equilibrio en boca
Por último, llega el momento de probar. Toma un pequeño sorbo, haz que el vino recorra toda la boca, incluso puedes oxigenarlo un poco (como si sorbieras sopa). Aquí buscamos equilibrio: ¿la acidez está presente y refrescante? ¿El alcohol es cálido y se siente en la garganta? ¿Los taninos (en los tintos) son sedosos o astringentes?
Es importante hacer una distinción esencial: el gusto es subjetivo, pero la calidad es objetiva. Puedes decir “no me gusta este estilo de vino” y está bien, pero eso no significa que esté mal elaborado. La calidad se mide por el equilibrio, complejidad, persistencia y armonía de sus elementos.
Cuando el vino está mal
Volvamos al restaurante. Si en ese primer sorbo detectas aromas a moho, cartón húmedo, acetona o huevo podrido, probablemente el vino tiene defectos. Si el corcho se desmorona o sale con dificultad, también puede ser señal de un problema. Aunque no todos los defectos se ven ni huelen de inmediato, es posible entrenar los sentidos para reconocerlos.
En este punto, tienes derecho a rechazar la botella. Hazlo con cortesía, pero con firmeza: “Creo que este vino tiene un defecto, ¿podríamos probar otra botella?”. El personal capacitado lo entenderá y se encargará del resto.
23 segundos de angustia… ¿Cómo sobrevivirlos?
En realidad, no deberíamos sentirnos intimidados. La prueba del vino en un restaurante no requiere un doctorado en enología. Basta con seguir tres pasos simples:
1
Observa que el vino esté limpio y brillante.
2
Huele para asegurarte de que no tenga defectos evidentes.
3
Prueba un pequeño sorbo para confirmar que está correcto.
Si todo está bien, bastará con una sonrisa o un gesto de aprobación. El sommelier o mesero lo entenderá y servirá al resto. Si hay dudas, puedes pedir su opinión; compartir la decisión también es válido.
Catar para disfrutar
Más allá de los tecnicismos, la cata es una herramienta para disfrutar mejor del vino. No se trata de impresionar a nadie con términos complejos, sino de conectar con lo que tienes en la copa. Con el tiempo, afinarás tus sentidos y aprenderás a reconocer lo que te gusta y por qué. Y recuerda: no necesitas una ocasión especial para abrir una botella.
JOSÉ LUIS UMAÑA SALDAÑA
Vicepresidente de la Asociación de Sommeliers Mexicanos, A.C. Asesora centros de consumo e imparte catas de vinos, destilados y cervezas. Es embajador de marcas de prestigio de vinos y destilados nacionales e internacionales.